viernes, 30 de agosto de 2013

PRESA

Los demás niños me miran, pero no me ven, salvo cuando vienen a robarme el bocadillo o simplemente a divertirse un poco pegándome. Ayer me obligaron a tragarme dos moscas. -¡Este mierda, es todo un gourmet!- Exclamó Pedro. Es el mayor de todos, y el peor, tiene trece años. La verdad es que me extrañó que conociera esa palabra, “gourmet” porque es un descerebrado, probablemente la aprendió hace poco y estaba deseando poder utilizarla. Yo solo tengo nueve años, pero me gusta leer, la profesora dice que tengo mucho vocabulario, a veces lo dice en clase, delante de todos. Ese día tengo la paliza asegurada, no hay apelación, ni juzgados, tan solo una tácita sentencia.
Pedro murió de sobredosis a los veinticinco años, le encontraron tirado en la calle sobre un charco de su propio vómito. Me enteré el mismo día de mi orla.

Sé que debería decir que lo sentí, que todo había sido perdonado, que a mí me esperaba un futuro prometedor mientras que él había muerto. La verdad del asunto es que ese día tuve una razón más para celebrarlo.

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